Con la inocencia oculta llegaste al mundo entre alegrías,
con la firmeza y la seguridad de renovar con tus manos lo cotidiano
y hasta lo efímero fue eterno y en cada gota de luz dejaste tu estela.
La belleza fue tomando forma en tus manos
y la inteligencia fue más que una simple virtud,
fue esencia de lo real y lo sublime
y transformas al mundo
y me transformas a mí,
mujer, fémina, hija del sol, hija de Dios.
mujer, fémina, hija del sol, hija de Dios.
Y prorrumpiste en lo establecido
y rompiste paradigmas antes inviolables,
y siendo solo así, única, mujer.
No cambiaste tu apariencia,
no cambiaste tu sonrisa,
no caminaste a prisa para lograr con tu suave caricia,
lo que logran los batallones de guerra más osados y violentos:
una victoria límpida y eterna.
lo que logran los batallones de guerra más osados y violentos:
una victoria límpida y eterna.
Es tu mano luchadora,
mano de madre, de novia, de esposa;
y tu mano es auténtica, dulce y sencilla
y con ella limpias mi llanto, sanas mi alma, abrigas mi espalda...
Que cortas encontré las palabras para decirte hoy que eres única,
que espantas mis miedos más profundos
y que llenas de luz mi rostro y me arrullas
y ya no quiero nada más en el mundo.
Oh mujer llévame de nuevo,
a tus manos campesinas, a tus manos luchadoras,
a tu piel multicolor y tu cabello multiforme,
no abandones mi súplica
y lleva como prendedor mi mirada de niño
y lleva como prendedor mi mirada de niño
que no te pierde de vista porque te necesita.
Por Franklin Binns