sábado, 23 de junio de 2018

Inicia una maravillosa etapa.


Hoy mi esposa se ha juramentado como médico especialista en medicina familiar y comunitaria, y me emociona tanto contarlo y lo estoy viviendo como si fuera yo quién recibe tan trabajada distinción.

Le pedí a mi esposa matrimonio justo un día antes de que diera inicio oficialmente su programa de posgrado. Guardaba aquella petición muchos santas razones, que son solo mías y de ella pero que como consecuencia, me daban la corazonada de que la historia juntos iba a ser única.

Justo unos meses después de casados, se cumplía la primera parte de un plan conjuntamente decidido: venía nuestro primer hijo. Ese primer fruto del amor mutuo que nos teníamos. El milagro de la vida llegaba a casa y también la incertidumbre (muy humana), sobre lo que iba a pasar con sus estudios.

Con una sonrisa en la cara y con esa determinación que mi esposa tiene, le hicimos frente a todo lo que significaba la llegada de un hijo, en medio de un ambiente profesional tan exigente como el ambiente laboral de un médico. 

Los meses fueron pasando, verla ya con su pancita, haciendo guardias nocturnas. Cenábamos juntos en el carro y tengo que decir que me dolía tanto en el corazón verla en esas circunstancias, tan cansada, también recibiendo las críticas negativas de sus propios colegas, pero era su sueño profesional, lo que añoraba y no podía más que rezar por ella, poner mi mejor cara y mi mejor cuchara (por lo de las cenas juntos), para darle un poco de ánimo.

Hasta este punto, podríamos decir que la cosa tuvo sus dificultades pero fue llevadero y manejable. Fue una escuela para madurar en la vida personal de cada uno y en la vida como padres. Felices padres primerizos. También nos enseñó que lo más importante, eran las decisiones que tomábamos como esposos, y en perspectiva, el posgrado era un reto académico muy especial pero no era un fin en si mismo; era un medio de mejora continua, de estabilidad familiar y claramente, un medio para que mi esposa se realizara profesionalmente, también una necesidad país que mi esposa tenía muy clara.

Como estas notas están hechas para la gente que nos conoce más de cerca, diré en pocas líneas (con la injusticia de no extenderme más en la descripción de los hechos), que la llegada de nuestro segundo, tercer y cuarto hijo; todos durante el desarrollo del posgrado de mi esposa; han sido, hasta la fecha, de los mayores actos disruptivos que como esposos y con la ayuda de Dios, hemos realizado, en una cultura hedonista y sumergida bajo los planteamientos de género.

4 niños pequeños, un matrimonio, el accidente grave de uno de los chicos, el internamiento hospitalario de uno de ellos, el volver a recomenzar después de un viaje al extranjero, etc parecen ser razones suficientes para haber decidido no seguir con el sueño profesional de mi esposa pero jamás fue una opción dentro de nuestros planes familiares.

El mérito pasa indiscutiblemente por la ayuda silenciosa pero inmejorable de toda la familia cercana. Mis suegros han sido como ángeles para sus 5 hijos y hoy lo siguen siendo para cada uno de sus 8 nietos. Cuantas madrugadas, cuantas carreras vivieron junto a nosotros para ayudarnos a sacar la tarea cotidiana: el trabajo de ambos, los resfríos, los ataques de asma de los pequeños, etc.

Lo que más recuerdo, es cuando llevaba a cualquiera de los cuatro a que mi esposa les diera leche materna a eso de las 9 de la noche, cuando le tocaba guardia; nunca faltaba un  “gallito”, un consejo, una oración y miles de cosas más que la injusticia de no encontrar palabras, me pasa la factura.

Cuando veo en perspectiva la historia detrás de este gran logro de mi esposa, veo el milagro de la fuerza que Dios le ha dado para saber llevar con valentía y entrega su decisión de ser esposa, madre y profesional al unísono. Veo la educación que le dieron mis suegros para ser perseverante y luchadora. Veo la grandeza de una mujer que a diferencia de muchas otras, ha decidido tener un matrimonio cristiano, sin barreras para que la vida llegue a su hogar, a nuestro hogar.

Mi esposa ha hecho lo que muchas mujeres no hacen hoy: ha engendrado la vida, ha estudiado y ha alcanzado éxito profesional siendo madre de 4 niños, ha roto el esquema ideológico que engaña a la mujer y la hace creer que la maternidad es lo peor que puede pasarle a su vida profesional.

Ella ha enfrentado en su trabajo el rescoldo de machismo que aún queda en nuestra sociedad pero le ha tocado enfrentar en más ocasiones, las consecuencias de la implantación de la ideología de género en la seguridad social costarricense, en el subconsciente de sus amistades más cercanas.

Sé que las letras se quedan cortas para describir lo que hoy mi corazón quiere dejar en este blog pero alcanza a contar un poco lo que callan las mujeres y las familias que en silencio van construyendo la Costa Rica que queremos para nuestros niños: una sociedad amigable con la familia de uno y una y  para siempre, respetuosa de los valores fundamentales, no ideologizada y cristiana.

A la Luna de dos años

  Que me inspiras la vida.  Hoy te he visto un segundo, una hora, un día completo. Hoy tengo el privilegio de cuidarte, de ser tu guardian, ...