lunes, 25 de agosto de 2014

A dos años del nacimiento de nuestro primer hijo y a 8 días del mes 7 de nuestro segundo pequeño

Con la inocencia oculta llegaste al mundo entre alegrías,
con la firmeza y la seguridad de renovar con tus manos lo cotidiano
y hasta lo efímero fue eterno y en cada gota de luz dejaste tu estela.

La belleza fue tomando forma en tus manos
y la inteligencia fue más que una simple virtud,
fue esencia de lo real y lo sublime 
y transformas al mundo
y me transformas a mí,
mujer, fémina, hija del sol, hija de Dios.

Y prorrumpiste en lo establecido 
y rompiste paradigmas antes inviolables,
y siendo solo así, única, mujer.

No cambiaste tu apariencia, 
no cambiaste tu sonrisa, 
no caminaste a prisa para lograr con tu suave caricia,
lo que logran los batallones de guerra más osados y violentos:
una victoria límpida y eterna.

Es tu mano luchadora, 
mano de madre, de novia, de esposa;
y tu mano es auténtica, dulce y sencilla
y con ella limpias mi llanto, sanas mi alma, abrigas mi espalda...

Que cortas encontré las palabras para decirte hoy que eres única, 
que espantas mis miedos más profundos
y que llenas de luz mi rostro y me arrullas 
y ya no quiero nada más en el mundo.

Oh mujer llévame de nuevo,
a tus manos campesinas, a tus manos luchadoras, 
a tu piel multicolor y tu cabello multiforme, 
no abandones mi súplica
y lleva como prendedor mi mirada de niño 
que no te pierde de vista porque te necesita.

Por Franklin Binns

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