jueves, 17 de junio de 2010

María y las estrellas

Cada noche tomó la luna y la guardó en su bolsillo para armar un collar precioso y blanco. Cada luna la fue uniendo con el hilo de agua que había robado a una vieja bruja de las alturas. Cada pieza la colocó con tanto detalle y alegría que era posible quedarse admirado de la grandeza que significada aquel collar que más tarde colgaría en el cuello de la pequeña María.

María no llegaba ni a la altura de la mesa en donde tan delicado trabajo se realizaba y yo le insistía que dejara de tocar todo y es que la curiosidad de las chicas en esas edades es pan de cada día.

No podía concentrarse el paje para realizar su trabajo de buena manera, los ojos de aquella niña le robaban la atención, eran como de luna, a propósito del collar.

Y la pequeña no reconocía entre un collar de eternidad como el que le estaban haciendo y la felicidad de una caricia de su padre en sus mejillas, que por cierto aquello le hacía reír tanto que la niña nunca se olvidaría de que una sonrisa es la medicina de quién anda solito por la vida.

Gran sorpresa del paje cuando le pedí otro grupo de lunas y una buena cantidad de hilo de agua... Le expliqué que no solo María venía a completar la lista de princesas de mi casa y que ya una pequeña nueva se aparecía entre los espacios del amor de mi mujer y yo. Casi llora el paje de la emoción y María no dejaba de reirse, de verme, de juguetear, de tomar mis cachetes y estirarlos hasta el cielo.

Listo el collar- dijo el buen mozo-pero María no quizo el collar hasta que hubiera una mayor razón para colgarlo... La presencia de la otra princesita, enana que venía.

María ya no es tan chiquita pero todavía tiene aquel collar... collar que también la otra pequeña guardó en el cielo.

A la Luna de dos años

  Que me inspiras la vida.  Hoy te he visto un segundo, una hora, un día completo. Hoy tengo el privilegio de cuidarte, de ser tu guardian, ...