Confieso que todas mis decisiones en la vida, las que uno podría considerar como muy importantes y las que uno podría considerar como insignificantes, las he tomado en función de formar un hogar: uno con una y para siempre. Ha sido mi máxima desde siempre y responde a lo que El de Arriba me pide.
Desde mis 15 años y hasta la fecha ha sido así: la carrera universitaria que cursé, la maestría en la que estoy, el trabajo que tengo ahora, las tres veces en que pude irme a hacer un doctorado y no lo hice, las relaciones noviazgo con las que he terminado. Eso para apuntar solo algunas decisiones importantes.
En todo este tiempo, en dónde esa ha sido la máxima, me he dado cuenta de que conforme el ser humano va creciendo y los éxitos empiezan a llegar y cuando nos vamos introduciendo más y más en un mundo en donde el que vale es por lo que ha hecho, lo que ha logrado, ya sea en el plano económico o en los logros personales y/o profesionales; ese ideal de formar un hogar se va diluyendo o va tomando puestos de poca prioridad en la lista de “things to do” de las personas.
Aunque un hombre o una mujer hayan hecho de todo en su vida y se ganen la admiración de sus colegas y alguna que otra sonrisa y aplauso de sus padres; el tema del matrimonio podría verse solo como un medio para aumentar el poder adquisitivo de la familia o como un medio para no quedarse solo en el mundo o como un medio para disfrutar con la pareja lo sabroso de la vida o lo emocionante de preparar la boda o una manera de que la pirámide poblacional se equilibre un poco (hoy mueren más y nacen menos).
Creo que en una sociedad competitiva en la que existen tantas posibilidades de crecer desde el punto de vista profesional y económico, puede uno enfocar sus acciones y decisiones (de manera evidente o tácita, aveces sin querer y aduciendo ignorancia), en objetivos que no hacen más que sumarle a ese orgullo de haber alcanzado tanto en poco tiempo y de manera solitaria e independiente y nada más, hasta allí.
Entonces, me imagino que a la hora de escoger y valorar el tema del matrimonio (los que llegan a eso estos días, son cada vez menos y son de una edad avanzadita), las variables que hay que tomar en cuenta son tantas y todas tan importantes, que cuesta “un tanate” decidirse: el rol de trabajo, el salario tan bueno que tengo, los ahorros que tanto me costó reunir, mis padres que ya están mayores y tengo que darles todo lo que les debo, esa vida de soltero e independiente tan “deliciosa” y tan buena.
Muchas variables, todas buenas y bien justificadas, que fácilmente podemos dejar de lado el tema del matrimonio de una y uno para siempre.
Yo me siento orgulloso de mantener todavía esa MAXIMA que dije al inicio y me alegra saber que lo que he logrado con el esfuerzo personal e independiente, será para el provecho mío y el de mi familia. Claro!, quien que se apunte conmigo a este máxima, tendrá que tener claro esto o al menos dejarse convencer un poquito (no hay nada que se resista al amor verdadero), además de estar dispuesta a estar conmigo ayer, hoy, mañana, en febrero, mayo, setiembre... En cualquier momento de la historia. Que bien vale una locura, el amor.
Es tan corto el tiempo para amar en esta vida de ahora.