El Sabio, el catedrático, también conocido como el Sr. C, se había propuesto hacer de su vida una extensión de la investigación, la docencia y la acción ¿social... ista?. Se tomó los fondos bien ganados (tenía buenas notas), del Alma Mater y construyó su imperio de sapiencia entre noches largas, frías, hambrientas, sin beca, con beca, fuera de su amada esquina en el mundo: el país que lo había visto crecer y que le había dado la chochosca (el dinero) para que fuera a estudiar a la Yunai (UEA)... una América un poquito al Norte. Por que el que saca buenas notas, tiene acceso al dinero del pueblo pa estudiar, así de democrática eran sus tierras natales.
Como trabajó el Sr. C para lograr sus logros!. Ya antes se dijo algo de las noches frías y de la nostalgia del terruño, pero quién no lo ha vivido, no sabe el sacrificio que aquello significaba... también la discriminación por ser latino y por no hacerle al inglés speaking, le hacían apodar "El Azteca".
Ay! pero cuando acabó sus 4 añitos de estudios de posgrados, entre vítores y aplausos de sus antiguos inquisidores, se dejó decir o pensar, no lo sé, que aquello ocurría porque gracias a Tatica Dios que le había hecho "justicia frente a sus adversarios" y que el que ríe a lo último, ríe mejor y que ya podía volver a su "esquina en el mundo", para devolverle algo de lo que su país le dio (la chochosca y techo y comida y su Alma Mater y su conocimiento).
Cuando llegó a la tierra suya, le tocaba la dificultad más dificultosa de todas... la idiosincracia de su gente. Le toco duro, como cuentan las grandes anécdotas recopiladas en el puchero común de sus pupilos, párvulos y/o aprendices, que se tomaron el rato para escucharle ampliamente en sus disertaciones (a lo Platón), sobre su ciencia y sus resultados y de sus diez razones para ser un Einstein en un país en vías de desarrollo y sobre la vida, y sobre la familia y su importancia para la sociedad y sobre la importancia de racionalizar cualquier realidad tangible e intangible... porque el Sr. C sabía que también se puede conocer a Dios con la razón. Esto último le consolaba, porque podía hablar de su fe como entre líneas, acudiendo a la razón y no a la humildad de la inteligencia: argumentos de fe.
Así se la fue jugando, y sin mezclar la ciencia y la fe, lograba dar razonadas razones de sus hallazgos y a su vez que inspiraba a muchos otros "chiquillos" para alcanzar su sueño de estudiar allá afuera y de comprobar su hipótesis mediante la aplicación explícita del método científico. Santo Método Científico!, se le escuchó decir alguna vez y algún otro asegura que lo vio prenderle una candela pa encomendarse al Santo Método Científico.
El tiempo da su fruto, y entre medallas de honor, grants, reconocimientos internacionales, indexaciones en revistas de prestigio, nunca dejo de lado su verdad más "subersiva": acá vinimos a servir y los reconocimientos son consecuencia de lo que me toca hacer; así, no se vanagloriaba de esos logros y eran para el Sr. C., solo una motivación para seguir adelante. Que gran ejemplo de humildad, cuánto que aprender de él.
Yo lo conocí cuando estaba entrando en años, con cientos de libros publicados, más de 100 publicaciones, más de 300 ponencias internacionales y más de 2000 alumnos. Y con esa perspectiva que le daba la vida de éxito que había logrado y yo empezando mis sueños de universidad, me llevaron a tomarlo como guía, como tutor... como coach. Cuanto aprendí de él, cuánto integridad, cuánta sabiduría salía por los espejuelos de sus lentes y del esmalte de sus dientes. Que suerte la mía.
A partir de acá, les pido que no se confundan. El Sr. C era calidad! pero sin querer hablar mal de mi coach, en el Sr. C, había algo que le impedía ofrecerme una explicación de lo bueno y lo malo, de lo creado y lo divino, del alma y del cuerpo, de lo efímero de la vida y la eternidad de la muerte. De la ética científica, sí (no robar datos, obtener datos por triplicados, usar el nivel de confianza más estricto para mi ensayo, rigurosidad en el método de análisis, etc.), de las verdades más fundamentales de la vida humana, no. Y debo decir que no era porque no quería, era porque no las sabía, no las había contrastado, no había dedicado tiempo a pensar en esas verdades tan fundamentales para todos.
Mi coach, me había entrenado para ir jugándomela en la vida de la ciencia pero no me había entrenado, al menos cuestionado, las verdades más fundamentales: ¿quienes somos?, ¿a dónde vamos?, ¿de dónde venimos?, ¿qué hay después de la muerte?, ¿existe el mal y el bien?, ¿hay criterios para dar alguna idea de bondad o maldad en los actos humanos libres?. En esos aspectos, mi coach no sabía mucho.
Con la perspectiva del tiempo y con las últimas palabras de vida que nos envió el Sr. C., sé que sus enseñanzas han quedado impresas... también la de su ciencia pero también la de su ignorancia en los temas más fundamentales del ser humano... porque el catedrático, también desde su ignorancia, me educaba.