viernes, 11 de marzo de 2022

A la Luna de dos años

 Que me inspiras la vida. 


Hoy te he visto un segundo, una hora, un día completo. Hoy tengo el privilegio de cuidarte, de ser tu guardian, tu amigo de juegos, quien te cuida y pretende comprenderte. Hoy me has hecho brotar agua de mi lápiz.


Hoy rompo el silencio en lo cotidiano, y me callo para escuchar tu risa, para entender tus palabras y expresiones, para adelantarme a tus emociones y que seas feliz.


Hoy es más genuina la historia de nosotros dos, la historia que inició lejos de casa, y con cierta incertidumbre; la incertidumbre quizás, de un viejo que no sabe ser papá o que al menos lucha por serlo. La incertidumbre de mamá, que mezclada con el miedo, nos hizo volver a lo más básico de nuestra vida, tu y tus hermanos.


Me has preguntado si estas pequeña, y he dicho que no, que ya eres grande; me has preguntado por mamá, y ya te he explicado que te quiere, que te espera, que ya la veremos para comer. Mientras tanto, deja que escribo un mensaje, mientras tanto, deja que me olvide de todo y reconecte con lo esencial, con el profundo de tus ojos negros.


Mientras tanto, que el tiempo no pase, que se detenga, que se detenga cómo cuando de niño pensaba que esta gran carrera de la vida se podía parar, se podía pensar y luego continuar.


Son dos años de estar entre lunas, entre estrellas, entre nubes, entre vestidos y zapatos, y exigencias sencillas de la niña más bella, de la niña mas niña de mi vida.


Puedo llorar un poco escribiendo ideas sueltas, puedo perder el tiempo y encontrarlo en otro momento y dejarlo andar cuando yo quiera. Hoy te visto y ha sido una eternidad sencilla y genuina, ha sido un grito silencioso perdido en la incertidumbre del presente, de lo que se viene, de las seis voces que hoy llenan mi tiempo, mi casa, mi alma, mi vida entera.


Puedes llamarme y prometo que haré el esfuerzo de escucharte y si no te entiendo, deja que hago una mueca, dibujo una palabra, invento una historia o cierro mi teléfono para tirarlo lejos e imaginarme que solo yo puedo calmar ese llanto, esa queja, esa pericia de vivir la vida en casa cómo la vives tu.


Hay tiempos, historias, ideas, tareas; y parece que el tiempo no me alcanza, que la vida se cuela por un hueco, por un espacio secreto y que luego encuentro en esa mirada linda, dulce y bella, bella como una flor, bella cómo el cielo, cómo la eternidad bendita, cómo el resplandor de una luna, de mi Luna que amo tanto. 


A poco se escuchan tus pasos cerca, a poco lloras, en ese largo trayecto entre tu cuarto y el nuestro, entre tus sueños espléndidos y nuestra oración sencilla, que pide a Dios que te cuide, que te haga feliz y que te haga volver a casa temprano y dormir acurrucada cómo si el tiempo no pasara.


miércoles, 27 de febrero de 2019

Cuando me muera en enero.


CUANDO MUERA EN ENERO.

Cuando me muera en enero, 
pediré un minuto más para verte a los ojos y 
buscar en el mapa de los recuerdos, 
un sitio que solo tú y yo conozcamos.

Cuando muera en enero, 
daré inicio a una larga lista de peticiones para que cumplas 
y así tener un minuto extra para contemplarte.

Cuando muera en enero, 
mi mano temblorosa y débil, 
dejaré un rastro en tu mejilla que derrama una y otra lágrima, 
porque me quieres.

Cuando muera en enero,
no pensaré más, me dejaré llevar por los recuerdos de tu niñez,
por la vez que te conocí y te recogí en mi pecho para nunca más volver.

Cuando muera en enero, 
tardaré un poco más de lo normal en deglutir cada mirada tuya, 
cada palabra, cada abrazo y cada cuidado.

Cuando muera en enero, 
tu mamá habrá desempolvado una túnica sin costura, 
y te cobijará en tu regazo por largas jornadas.

Cuando muera en enero, 
no podré encontrar nada valioso que dejarte, 
porque la vida, el suspiro que es la vida, 
se habrá quizás ido al eterno paraíso.

Si es que muero en enero, 
espero pasen los años tras tus pasos, 
para cuidarte y enseñarte que el amor existe
 y te toca encontrarlo ahora a ti.

Morí en enero y no sé a dónde acaba esto... 
quizás en el sitio que solo tú y yo sabemos, conocemos.

lunes, 4 de febrero de 2019

Lo mejor de Vidal es su poesía a la Vida.



Me he imaginado todo el día, qué pasaría por la mente y el corazón de los padres de Jesús Vidal el día de ayer, mientras su hijo recibía un premio (no cualquiera), por su buen papel escénico en la película Campeones (Javier Fesser).

Me lo he imaginado en algo tan vívido que quiero dejarlo plasmado en estas ideas puntuales, y creo que el corazón me delata porque soy padre de familia, que ama apasionadamente a sus 5 hijos:

1-Si los padres, a la luz de la agenda abortista española, se propusieron en su momento, practicarse el aborto, justificados por la causal relacionada a que la mujer puede abortar si su hijo viene con alguna discapacidad; hoy se hubiesen perdido del mayor logro de Jesús Vidal: el verlo feliz, feliz plenamente, por hacer lo que le gusta, por vivir en el arte, lo que mueve su corazón... ah sí, y como consecuencia, el Premio Goya.

2-Si los padres, radicalmente opuestos a la agenda abortista, decidieron dejar que la vida de Jesús, se desarrollara plenamente en el seno de su familia numerosa (son 4 hijos), estarán hoy agradecidos de haber dicho que sí a la vida.

Y me quedo por ahora con esta parte 2, que habla bien de las cosas buenas, que habla bien del valor intrínseco que cada ser humano tiene por ser HIJO DE DIOS y sin distinción alguna, formar parte de esta gran familia que es la raza humana.

La voz de Vidal es poesía que arrastra, que conmueve el alma, que enamora, que enorgullece, que bofetea la agenda abortista, también la de Costa Rica. La voz de Vidal es la mía y la de millones de seres humanos que cuidamos y promovemos el valor único e insustituible de la Vida.






martes, 15 de enero de 2019

De lo que se trata la vida.


      


      La libertad es quizás uno de los valores más importantes que los seres humanos tenemos. Esa libertad entendida a la luz del otro y que permite darse cuenta de cómo ser libre no pasa por el hecho simplista de “hacer lo que quiera” sino que pasa por cómo logro decidir por mi cuenta aquello que es bueno y de cómo logro encajar mi vida con el bien que existe en mi realidad humana más inmediata, y si se quiere, en la realidad sobrenatural y divina de Dios.

      Pues así siempre ha sido mi vida, una vida consciente de que debo hacer un recto uso de mi libertad para encontrar un camino feliz y provechoso, para dejar huella en este mundo. Pues con esa misma libertad, también he tomado decisiones que me hicieron llegar a un error o a una equivocación y que dejan una marca imborrable que nos acompaña con más facilidad que los estímulos positivos de haber conseguido una consecuencia positiva después de elegir con libertad.

      Y aunque en otrora, cuando era más joven y soltero, también había tomado malas decisiones; las que más me han marcado son las que alguna vez he tomado, estando ya casado y siendo padre de familia. Como aquella vez en la que, persiguiendo un sueño profesional, nos fuimos a vivir al extranjero, vendimos todo lo que teníamos y nos fuimos a la aventura de tratar hacer una carrera académica, dejando atrás la carrera profesional de mi esposa, quién en ese momento estaba a dos años de terminar su posgrado como médico. Ese periodo corto, nos vio regresar a Costa Rica, con dos hijos, sin trabajo y una carrera profesional truncada. 

      ¿Qué podía hacer con dos hijos pequeños, sin trabajo y sin muebles?, la necesidad me llevó a buscar nuevas oportunidades laborales y con algo de constancia, logré colocarme en un puesto de trabajo estable. No obstante, todavía aquella idea de querer alcanzar mi desarrollo académico y haber fallado en el intento, me hacía pensar que no era posible ese sueño.

       Con cierto guiño de complicidad contaré que mi esposa, con su temple y su lucha, logró reingresar al posgrado y terminarlo de manera satisfactoria y con 4 hijos en casa que esperaban a su mamá con una cara de satisfacción y alegría que jamás olvidaré pero tocó movernos una vez pues mi esposa tuvo que hacer servicio médico social en el Hospital de Ciudad Neyli y ante esa inminente situación, decidimos que nuevamente iba yo a dejar mi trabajo profesional y me encargaría del cuidado de los hijos, mientras ella se hacía cargo de sus funciones como médico: era ya la segunda vez.

        Llegar a tus 35 años y toparte con la decisión de alejarse del trabajo profesional para tomar labores del hogar parecía una decisión incorrecta, innecesaria, pero nuevamente, y haciendo uso de mi libertad, decidí asumir ese encargo del hogar con gallardía y con una sonrisa en la cara. Me convencí de que había que hablar bien de las cosas buenas, de lo positivo que hay en que un hombre se quede en casa con los niños, de la importancia del hombre en el hogar de familia y así, poco a poco fui descubriendo ese nuevo “trabajo profesional”, pues entre lavar ropa, preparar comidas, bañar a los más pequeños, etc, fui descubriendo que era bueno para aquello y que lo hacía con libertad y por amor.

         Durante este tiempo, mis hijos hicieron home-schooling conmigo y con la ayuda de las maestras de su escuela en San José, fuimos haciendo las tareas, los trabajos, la lectura, etc y lograron salir adelante, también, con mi papel de maestro.

         Hoy la noche me encuentra recordando estos últimos meses como un hombre en casa y no dejaré de acordarme sobre el perfil de red social en la que quise dejar plasmado, la aventura de tener a papá en casa y a mamá trabajando fuera del hogar de familia (@Hayunhombreencasa. Y dejaré la nota que un periódico local le dio a mi experiencia y a mi decisión de quedarme en casa con los chicos: https://adiariocr.com/educacion/el-hombre-se-queda-en-casa/

sábado, 15 de diciembre de 2018

La contradicción de los buenos.

La expresión de "la contradicción de los buenos", la escuché de un sacerdote muy santo que entre gente de su propia confianza, aprecio y cariño, había encontrado argumentos contrarios, a veces calumnias, a lo que su propia vocación sacerdotal le indicaba. Y aprendí, lo que él enseñó con su ejemplo, a perdonar y a olvidar esos detalles y a amar la libertad de las personas que pueden pensar lo que les dé la gana de lo que con nuestra libertad decidimos.

Recién recuerdo esa frase (vide supra), porque me pasa que en temas de fe, de vida matrimonial, de apertura a la vida, de estrategias para hablar bien de las cosas buenas como la vida en familia, la llegada de mi quinto hijo... me encuentro con situaciones algo parecidas a las descritas en el párrafo primero.

Y es cierto que cuando uno se plantea luchar por poner las propias fuerzas y la propia vida encaminadas a las enseñanzas de la Iglesia católica y del Evangelio, dirigidas en conocer a Jesucristo cada día más y a comprometer nuestra propia libertad con lo bueno, con el creador de todo; suelen salir las posturas en contra, las críticas, el chisme, el maltrato, las predisposiciones insanas... muchos actitudes que pueden opacar la buena relación y el cariño con los que nos rodean, por qué si recibes un maltrato de un "enemigo", pues es lo menos que te esperas de alguien que no te quiere, pero si es de tu propio ambiente familiar, te golpea más y sale a flor de piel el orgullo que reclama un poco de respeto y repito, sobre todo si te has planteado llevar esa lucha diaria de una vida cara a Dios y cara al mundo.

Pues, bien, pienso que aún en esas circunstancias, se puede aprender mucho y se puede poner en práctica aquello de poner la otra mejilla y perdonar cuando sea necesario, sin dejar de hablar de la belleza de la vida, de lo que es bueno, de lo que realmente atrae: reflejar con tus decisiones libres, la cara de Cristo que ama al mundo apasionadamente y que lo ha querido así desde siempre.



jueves, 22 de noviembre de 2018

Un nota de hace más de 10 años.

Me mueve el ejemplo de San Josemaría.
Mis padres son de Siquirres (Limón). Nacieron allí, fueron a la misma escuela, al mismo colegio y después de terminar el colegio se casaron. Por razones de trabajo hoy viven en Guápiles. Mi abuelo paterno fue   munícipe, y durante muchos años apoyó a los jóvenes deportistas de la zona y sus estudios. Dirigió durante varios años la selección de fútbol masculina del Colegio Agropecuario de Siquirres, la selección cantonal y de Juegos Nacionales.Aprendí mucho del espíritu  cívico y deportivo de mi abuelo.
Realicé mis estudios universitarios en la Facultad de Farmacia de la Universidad de Costa Rica (UCR) y recientemente realicé una pasantía en la Universidad Albert-Ludwig en Friburgo (Alemania) como parte de mi maestría en Química Orgánica.
Conocí el Opus Dei cuando al iniciar mis estudios universitarios viví en el Centro Universitario Miravalles, un centro que, entre otros programas desarrolla uno de residencia universitaria  para estudiantes que no viven en San José (Costa Rica). Allí, además de recibir las atenciones básicas de alimentación y vivienda, los que quieren pueden recibir una formación cristiana en un ambiente de familia, de comprensión y respeto, en donde también se aprende a convivir con gente de distintas culturas, pensamientos y gustos.
Conforme pasaban los años durante mi estadía en Miravalles, sabía que varios de los residentes, además de sus estudios universitarios y de la organización de las actividades propias de la residencia y de participar en actividades universitarias extracurriculares, se levantaban temprano para hacer un rato de oración y luego asistían a la Santa. Misa. Todo esto llamaba mi atención y me preguntaba: ¿Cómo es que nunca se les ve tristes?, ¿Cómo es que siempre tienen tiempo para ayudar a estudiar a otros y además sacar adelante sus responsabilidades universitarias?
Con el tiempo, cuando tenía 22 años –ahora tengo 24- gracias al ejemplo de varios de mis amigos pedí la admisión a la Obra como supernumerario y desde entonces mi vida ha tomado un rumbo distinto. La formación cristiana intensa, el tratar de ofrecer una amistad sincera a mis colegas de trabajo, el esfuerzo por servir a los demás desde mis estudios universitarios… en fin,  hago el intento de que el ideal de buscar a Dios a través de mis estudios y de mis ocupaciones ordinarias  marque el paso de mi día. Muchas cosas las hago pensando también en  la grandeza del matrimonio para prepararme mejor cuando llegue el momento de fundar un hogar.

Durante mi pasantía en la Universidad Albert-Ludwig (febrero-julio 2007),   un grupo interdisciplinario de varios estudiantes trabajamos en el desarrollo de ensayos “in vitro” con nuevos medicamentos de origen natural que sean efectivos contra algunas líneas celulares carcinogénicas. El trabajo en el laboratorio consistía en realizar una parte experimental y además, la revisión bibliográfica relacionada con el tema en estudio; eso hacía que gran parte del tiempo tenía que estar cerca del computador revisando artículos científicos. En tales actividades y gracias a las enseñanzas de San Josemaría, me he dado cuenta cómo en la investigación uno también puede contribuir a la sociedad y con un trato sencillo y una amistad verdadera se puede  ayudar positivamente en los compañeros de trabajo para que lleven a una vida cristiana coherente o por lo menos piensen más en los demás.
Tuve la oportunidad, mientras estudiaba en la universidad alemana,  también de estar más al día con lo que ocurría en muchas partes del mundo. Aproveché para leer documentos como la carta post-sinodal Sacramentum caritatis que el Santo Padre publicara hace ya algún tiempo. Recuerdo aún las conversaciones con mis amigos alemanes y algún croata sobre este tema.
También, recién llegado a Alemania conocí a un coreano que está haciendo sus estudios posdoctorales en esta misma universidad. El ver una estampa de San Josemaría que llevaba conmigo, dio pie para que me preguntara sobre la Obra. El había oído hablar  del Opus Dei  en su país pero sin llegar a tener una idea clara de lo que era. Como mediaba la barrera lingüística de por medio -no logro sostener conversaciones más que en castellano e inglés y él hablaba perfectamente coreano y alemán- le comenté que conocía un sacerdote que le podría explicar en alemán qué es el Opus Dei. Concertamos una reunión y mi amigo sacerdote nos atendió una tarde. Con naturalidad y sencillez, le explicó en pocas palabras al Dr. Park –así se llama mi amigo coreano-, el espíritu de la Obra. El Dr. Park me comentó después que había quedado muy contento con la conversación. Entramos a la página web de la Obra en coreano y en alemán para leer más sobre las labores y sobre San Josemaría. Le invité a un retiro.
De mi paso por el sur de Alemania aprendí  a valorar mucho más  mi fe. Hay muchas iglesias y además una devoción grande a la Virgen. Tuve la posibilidad de asistir diariamente a la Santa Misa. Noté la poca presencia de gente joven en la Misa diaria -también es así en Costa Rica-. Eso me ha llevado a rezar más por la recristianización de tantos lugares que van perdiendo su identidad cristiana y a hacer más apostolado. Por otro lado, me sorprendió en algunos de  mis amigos católicos alemanes, croatas, polacos y  coreanos,  lo bien que saben explicar y proponer las enseñanzas de la Iglesia, con mucha audacia y con sentido de pertenencia. Al regresar a Costa Rica he procurado seguir en contacto con ellos por e-mail.
Actualmente comienzo a   trabajar con  una entidad afiliada a la Universidad de Costa Rica, revisando patentes de medicamentos. Hace poco me reuní con un grupo de universitarios para comentarles de mi experiencia académica en Alemania y de mi viaje a Roma durante la Semana Santa pasada (2007) donde tuve la dicha de escuchar al Papa, de estar en una tertulia con el Prelado de la Obra y de rezar en la Iglesia Prelaticia del Opus Dei, donde reposa el cuerpo de San Josemaría. En el futuro espero seguir ahondando en la investigación contra el cancer para aliviar y traer esperanza a tantas personas aquejadas por este mal. Me mueve  el ejemplo de San Josemaría que siempre se ocupó de los enfermos y de los que sufren.

https://opusdei.org/es-cr/article/me-mueve-el-ejemplo-de-san-josemaria/

domingo, 11 de noviembre de 2018

Educar para la vida con suculentas.


Recién me encontré con una de las sobrinas de mi esposa, en casa de mi suegra (su abuelita), en horas en las que se suponía debería estar en la escuela. Iba yo a dejar a dos de mis cinco hijos para que pasaran el día con los "Titos" y su prima.

Me contaba mi suegra, que ella (la nieta), lleva ha casi dos meses sin ir a clases porque los maestros de las escuelas púbicas están en huelga y aunque quisiera hablar de eso en este momento, no lo voy a hacer y contaré lo que mi suegra me ha dicho, es su rutina con su nieta durante esas horas.

Me ha contado mi suegra, con cierto guiño de orgullo, que han establecido una rutina de siembra de plantas suculentas, y que le ha enseñado el oficio de sembrarlas y hacerlas que "peguen" y que se vean agradables a la vista y al gusto del cliente. Sí, del cliente. He escrito eso porque resulta que Elena las vende después de hacer el trabajo necesario para que queden bien presentables, bien bonitas, como le está enseñando su "Tita".

Y sin dejar de lado, el trabajo de los papás de Elena, que me consta es un esfuerzo heroico por dar lo mejor por sus hijas; he pensado que a pesar de esos días sin escuela, tal vez Elena está recibiendo desde el puchero de su Tita, la mejor y más trascendente lección del mundo.

Supongo que alguien pensará que esa herencia, esa enseñanza es la de cómo hacer un negocio y no trabajar para otros pero eso es solo una consecuencia de una lección mayor: la de hacer siempre bien las cosas, con perfección humana y si se quiere: cara a Dios.

Los niños son el futuro de un país que tiene crisis inmediatas de valores y virtudes. Bravo por los abuelos.




A la Luna de dos años

  Que me inspiras la vida.  Hoy te he visto un segundo, una hora, un día completo. Hoy tengo el privilegio de cuidarte, de ser tu guardian, ...